El mito del Diluvio en America del Sur y los impactos de meteoritos del Holoceno

Lago Lácar: Según la tradición popular uno de los meteoritos impactó frente a este farellón, al este de Quila Quina en la ribera sur del lago

Resumen
Los impactos de meteoritos del Holoceno en Argentina y las tradiciones indígenas de Argentina, Chile y Perú, permiten especular sobre la existencia de eventuales impactos en los lagos Lácar y Lolog en Argentina y en el océano frente a las costas de Chiloé. Dichos impactos coincidirían con los eventos que habrían ocurrido en Irak y, conjuntamente, ayudarían a explicar la evidencia arqueológica, geológica y climática de un evento catastrófico mundial alrededor de 2300 AC. Se requiere realizar investigaciones en terreno para determinar la validez de estas hipótesis en los cuadrantes Lácar-Lolog (40°04’S-40°10’S y 71°19’W-71°22’W) y Carelmapu-Castro (41°28’S-42°39’S y 73°18’W-74°11’W).

La evidencia física de impactos de meteoritos en Argentina durante el Holoceno

Las Pampas Argentinas se han caracterizado por una estabilidad geológica de millones de años. Se encuentran en ella los restos fosilizados de alguno de los mayores dinosaurios que pisaron la tierra. También guarda las huellas de dos sitios conformados por varias decenas de impactos de meteoritos, por lo menos uno de ellos de gran magnitud, que habrían caído hace menos de 10.000 años, en tiempos que el ser humano poblaba estas tierras.

Campo del Cielo
El sitio Campo del Cielo[1], (~27°39’ S; ~61°44’W), ubicado en el límite de las provincias de Chaco y Santiago del Estero, Argentina, contiene por lo menos 20 cráteres de meteoritos, aun cuando recientes estudios sugieren que pueden haber muchos más. Estos corresponden al impacto de fragmentos metálicos (hexadritas) de varias toneladas, de un meteroide tipo IA, siendo los más importantes El Chaco (37 tn) y Mesón de Fierro (~20 tn). El impacto se produjo hace unos 4.000 años.

Están distribuidos en un área de 18,5 x 3 km, con los cráteres de mayor tamaño ubicados cerca del centro de la elipse. Están dispuestos de nordeste a sudoeste, con su eje mayor en un azimut de 58°, si bien las excavaciones realizadas en los cráteres 9 y 10, indican azimut de 84° y 77° respectivamente. El ángulo del impacto fue de ~10° con relación a la horizontal.

Río Cuarto
A principios de 1990, el Capitán en la Fuerza Aérea Argentina y astrónomo aficionado Rubén Lianza, reconoce que una familia de depresiones elípticas cercanas a Río Cuarto, en la parte norte-central de la Argentina, que hasta ese momento se creía eran de origen eólico, presentaban una configuración muy similar a la de cráteres alargados producidos por impactos oblicuos de meteoritos. Tales cráteres existen en otros planetas, pero nunca antes habían sido reconocidos en la Tierra[2].

A partir del análisis de muestras y analogías con experimentos de laboratorio, Schulz y Lianza[3] determinaron que dichas estructuras resultaron del rebote de un cuerpo condrítico de 150 a 300 m de diámetro, que impactó el suelo a un ángulo inferior a 15°.

El sitio de Río Cuarto (~32º50' S; ~64º10' W) está conformado por diez cráteres elípticos de radios de 4:1, que se distribuyen de noreste a sudoeste a lo largo de 50 km. Ocho de estas estructuras están dentro de una área de 30 x 2 km. La estructura mayor (Cráter A) se ubica al norte del sitio y abarca un área de 4,5 x 1,1 km. Recientemente, Bland et al[4] han determinado más de 100 estructuras similares a las descritas, algunas con largos superiores a los 5 km.
La forma de los cráteres sugiere que estos fueron creados por uno o más objetos que venían del nordeste, con un rumbo entre 200 y 203°, y un ángulo de impacto inferior a 15° sobre el horizonte.

El Cráter A representaría el primer contacto del cuerpo impactante intacto, mientras la mayoría de los cráteres restantes fueron formados por fragmentos de ese choque golpeando el terreno. El tamaño del Cráter A indica que el cuerpo del impacto fue de alrededor de 150 m de diámetro, liberando una energía de ~350 megatones (equivalente a TNT), unas 30 veces más grande que el de Tunguska en 1908, suponiendo una velocidad de impacto de 23 km/s.

Sin embargo, recientes investigaciones publicadas por Bland atribuyen estas formaciones al viento. Las tectitas encontradas corresponderían a un impacto de más de 30.000 años de antiguedad, es decir estos no habrían sido presenciados por seres humanos, por cuanto su llegada al hemisferio sur del continente americano es de una data muy posterior (Ver: http://www3.imperial.ac.uk/earthscienceandengineering/research/iarc/impacts/impacthistoryofargentina)

La evidencia de impactos de meteoritos en las tradiciones orales de las culturas indígenas

El modelo de almacenamiento de información.
El contacto entre Pizarro y Atahualpa en Cajamarca, entre otros asuntos, enfrentó dos formas de almacenar información.

El Español trae consigo la tinta y el papel y sus escribanos y cronistas, que nos legan ricas descripciones del nuevo mundo que estaban descubriendo. Somos capaces de entender ese legado gracias a que hemos sido alfabetizados, es decir hemos sido instruidos en cómo interpretar estos signos que llamamos escrituras.

El Inca tiene sus “quipus” o cordeles anudados y sus “quipumayus” Con ellos mantenían registro de su historia, leyes, estadísticas, y todos aquellos asuntos que permitían la administración del vasto Tawantisuyu. Sin embargo, el acento de este archivo está en la capacidad retentiva de la memoria de los “quipamayus”, individuos especialmente entrenados para mantener esa información, quienes usaban los “quipus” como ayudas nemotécnicas.

Más al sur, entre los Mapuche, el acervo cultural es mantenido fundamentalmente en la memoria la colectividad. Para esto fomenta entre sus miembros el desarrollo de la memoria, a modo de alfabetización, de manera de transmitir las leyes y la historia de las comunidades entre generaciones.

Si se quiebra el proceso de alfabetización, nuestra escritura perderá todo significado y la información que contienen los libros se transformará en un misterio, como las tablillas parlantes de Isla de Pascua. Para descifrarlas, nuestros sucesores requerirán de una Piedra Roseta y un Champollion.

La conquista de América, provocó un quiebre de esa naturaleza. Las formas tradicionales de almacenar la información utilizadas por las culturas indignas, son inexorablemente reemplazadas por el modelo que traen los conquistadores. Sólo quedan fragmentos que alcanzan a ser traducidos al nuevo formato.

Chiodi y Loncon[5] , refiriéndose a la cultura Mapuche, indican que si ésta no posee escritura es porque a lo largo de su evolución histórica no la han necesitado. Los mapuche han desarrollado una rica tradición oral, que dinamiza la lengua en forma peculiar. Esta condición oral es consustancial a la cultura mapuche. Los contenidos culturales se comunican en vivo entre personas, en una relación social, quedando supeditadas a normas comunitarias que establecen las formas y las modalidades de interacción y que codifican distintos tipos de discurso caracterizando y diferenciando sus contenidos. En síntesis, señalan, la cultura oral es hablada y actuada.

Hay evidencias históricas según las cuales los indígenas habrían utilizado ciertas técnicas como ayuda memoria. Inca Garcilazo de la Vega[6] refiriéndose a los quipus empleados por los Incas, señala: “En suma, decimos que escribían en aquellos nudos todas las cosas que consistían en cuenta de números, hasta poner las batallas y reencuentros que se daban, hasta decir cuántas embajadas habían traído al Inca y cuantas pláticas y razonamientos había hecho el rey. Pero lo que contenía la embajada ni las palabras de razonamiento –ni otro suceso historial- no podían decirlo por los nudos porque consiste en oración ordenada de viva voz o por escrito, la cual no se puede referir por nudos. Porque el nudo dice el número, más no la palabra. Para remedio de esta falta tenían señales que mostraban los hechos historiales hazañosos o haber habido embajada, razonamiento o plática hecha en paz o en guerra. Las cuales pláticas tomaban los indios quipucamayus de memoria en suma, en breves palabras y las encomendaban a la memoria y por tradición las enseñaban a los sucesores, de padres a hijos y descendientes, principal y particularmente en los pueblos y provincias donde habían pasado. Y allí se conservan más que en otra parte, porque los naturales se preciaban de ellas”.

Alonso de Ovalle[7] se refiere al uso de los “quipos” por los indios de Chile. Decía: “No tenían el uso del leer y escrebir, pero suplen esta falta con sus quipos, que son unos cordeles mas y menos gruesos, en que hacen variedad de ñudos, con que se entienden para acordarse de las cosas de que han de dar razón”. Diego de Rosales[8], relata que para convocar un consejo de guerra, el Toqui enviaba una flecha ensangrentada y “unos ñudos en un cordón de lana colorada”, que llaman “cuprom”, que señalan el día en que había de hacerse el alzamiento. Estando en Chiloé, Rosales vio el uso de estos “cuprom” entre los Puelches, es decir en territorios que nunca formaron parte del Imperio Incaico.

Al igual que el Inca Garcilazo, Alonso de Ovalle en su descripción del uso de estos “quipos”, destaca la capacidad de memoria de los indígenas: “Ayúdales para esto mucho la felicidad de su memoria, que la tienen tan retentiva que se acuerdan de cosas muy antiguas como si las tuvieran presentes, y cuando ellos desembuchan, que es al tiempo que empiezan a calentarse con el vino, es cosa maravillosa las antiguallas que refieren; no queda entonces agravio ni injuria que se les haya hecho, o a sus antepasados, que no la repitan, refrescando la memoria de cosas ya olvidadas”. Medina[9], por su parte, citando a Gonzáles de Nareja, indica que los indios hacían que desde chicos aprendiesen de memoria sus hijos, “ciertos versos que les tienen compuestos de todas las ofensas que han recibido de sus enemigos, haciéndoles que los canten para que en todo tiempo les provoquen a la venganza”

Tal era la importancia del manejo del lenguaje que de su dominio dependía la herencia de los primogénitos. De acuerdo al Abate Molina[10], “La retórica está entre ellos en gran estimación, porque esta ciencia, como en la antigua Roma, conduce a los honores y al manejo de los negocios. El primogénito de un Ulmen que no sepa arengar bien, es por esta sola razón excluido de la sucesión paterna, a la cual es substituido uno de los menores o el más próximo pariente que sea buen hablador”. Uno de los elementos necesarios para el dominio de la retórica es el dominio de contenidos memorizados. Así antes de las batallas, el Toqui arengaba a los suyos, haciendo gala de sus dotes de orador. Diego de Rosales indica que dicha arenga: “Traheles a la memoria los famosos hechos de sus antepasados, la fama y estimación que con ellos ganaron”.

Alonso de Ovalle resalta también la longevidad de los mapuches, mayor a la de los europeos del siglo XV, y su capacidad de memorización: “hay de ordinario indios muy viejos, y mucho más las indias, y los unos y los otros, aunque lleguen a edad decrépita, cuando falta ya el concierto en el discurso, no les falta jamás la retentiva de la memoria, que ésta les dura hasta morir para acordarse de las menudencias y primeros pasos de la niñez y lo que en aquella edad vieron o oyeron contar”.

Cabe recordar que el territorio mapuche fue ocupado por Chile (Pacificación de la Araucanía) y por Argentina (Guerra del Desierto), en los últimos 20 años del siglo XIX[11]. A contar de ese periodo se acelera el proceso de aculturación de los Mapuches. Chiodi y Loncon indican que el estigma que rodea a los idiomas indígenas en la sociedad global, ha terminado por debilitar también la lealtad lingüística de los propios hablantes, que se pone de manifiesto en un uso cada vez mayor del castellano en las áreas urbanas y rurales, y en el abandono de la enseñanza del Mapudungun a las nuevas generaciones.

Sin embargo, a principios del siglo XX, Koessler-Ilg[12] tiene acceso a los últimos vestigios de esos conocimientos, y puede recopilar mitos y leyendas mapuches de los últimos cultores de esta antigua tradición oral. De sus investigaciones deduce que la transmisión de los textos orales entre araucanos, parece haber mantenido una rigurosa fidelidad a través del tiempo.

La misma autora indica que ciertos relatores tenían una categoría “profesional”. Habían recibido los mitos sagrados, las leyendas, los cuentos, los recitados, cantos, oraciones y aún discursos clásicos destinados a los Parlamentos. Indicaba también, que la redacción oral de los araucanos era admirablemente precisa: “Kolüpan, mi notable relator mapuche, recordaba, a los noventa y cuatro años de su edad, arengas importantes que le fueron transmitidas por sus padres o abuelos, y en las repeticiones a que yo, intencionalmente, solía forzarlo, no variaba el texto ni la dicción.”

Según los estudios de Koessler, la narrativa mapuche puede dividirse en dos grandes grupos: los “nutran” o historias verdaderas, y los “apeu” o “epeu”, o sea piezas pertenecientes a la dimensión fantasía. Así narrar sucesos históricos es “nutramn” y contar cuentos, fábulas, etc. es “apeutun” o “epeutun”.

Los antecedentes expuestos permiten concluir que ciertas leyendas indígenas están arraigadas en sucesos históricos verídicos, cuyo recuerdo fue mantenido fielmente en la memoria de algunos miembros especializados de las comunidades. El modelo de archivo de información que emplearon estaba basado en la memoria con algunas ayudas nemotécnicas (quipus), difiere radicalmente del modelo impuesto por la cultura occidental. El progresivo proceso de aculturización de las etnias autóctonas, experimentada desde la conquista, ha significado que solo perduren fragmentos de este saber, algunos de los cuales encierran información sobre impactos de meteoritos en el Cono Sur de América y sus consecuencias.

La recopilación de tradiciones Mapuches de Bertha Koessler-Ilg
Nace en Passau, Baja Baviera, en 1881. Durante largas estadías en la isla de Malta, realiza estudios de dialecto y folklore Maltes. De acuerdo a Balmori[13] es reconocida por su aporte al estudio y recopilación de los cuentos populares malteses. En 1920 se radica en San Martín de Los Andes, Argentina, donde estudia las tradiciones del pueblo Mapuche, por más de 40 años, hasta su muerte acaecida en 1965. De su obra relativa a esta cultura, destacan los libros “Cuentan los Araucanos”, cuya primera edición data de 1954, y la obra en tres tomos “Tradiciones Araucanas” de 1962. Su trabajo debe vencer la cautela y desconfianza del Mapuche hacia el hombre blanco. Recopila tradiciones de narradores, generalmente ancianos, respetados en sus tribus respectivas, como portadores del verbo ancestral, estimadísimos por el entretenimiento y enseñanza que proporcionaban, que venían de Chile o de tierras argentinas circundantes a San Martín de Los Andes, ganando su confianza, basada en su respeto irrestricto a la persona del relator y a la cultura Mapuche.

La labor de la señora Koessler-Ilg a permitido salvar una parte de la tradición oral del pueblo Mapuche, que de otra manera estaría hoy perdida sin ninguna esperanza de recuperación.

“El Dios del Cielo y sus rebeldes hijos”

El primer relato de “Cuentan los Araucanos”[14] corresponde a la descripción de la caída de dos objetos celestes en el área del Lago Lácar (40° 14’ S; 71° 30’W) y Lago Lolog (40° 5’ S; 71° 20’W), Provincia de Neuquén, Argentina, y sus consecuencias que empalman con el mito Mapuche del Diluvio.

La autora señala que la mayoría de los relatores presentaba como primera exigencia, el juramento de no revelar nada que pudiera identificarles, cosa a la cual se allanaba. Esta narración es una de aquellas de la cual se ignora el nombre del relator. De esta narración, interesa el siguiente extracto:


“Y sucedió que, después de haber creado Dios con tanto afán y fatigas el mundo y de haber puesto sobre la tierra tanta gente y tantos animales, procurándoles alimento, sus dos hijos mayores empezaros a instigar a los menores a la desobediencia, diciéndoles:

-¡Acaso no es hora ya de que reinemos nosotros! Viejo es el Chau, vieja es la Ñuke. Por lo menos que nos dejen reinar sobre la tierra.

Entonces, también sus hermanos menores se dieron a cavilar sobre aquello... Y demás esta decir cuánto hizo sufrir al buen viejo Chau, allá en el cielo, este deseo de sus hijos.

Al principio, ablandado por los ruegos de la madre, Dios trató de perdonarlo todo; pero sus hijos mayores siguieron murmurando e induciendo a los menores a la rebelión, de modo que estos quisieron bajar a la tierra a toda costa.

Bien conocían el camino. Del cielo se pasaba a las nubes; de las nubes a la tierra...¿No serían capaces también ellos de crear seres humanos y animales?

Entonces el viejo rey se enfureció y asió a sus hijos mayores, que eran unos gigantes, del mechón que coronaba sus cabezas, de los largos cabellos del centro del cráneo que son un distintivo de mando entre los araucanos y los zamarreo varias veces, arrojándolos luego con fuerza hacia abajo, y ambos cayeron por entre las densas nubes sobre la pedregosa tierra.

Al caer, los enormes cuerpos de los hijos de Dios arrancaban tremendos fragmentos de montañas y destruían la cumbre de los cerros... Uno cayó de este lado, donde está hoy el lago Lácar, y sus cuerpos, al tocar la tierra, formaron unos hoyos gigantescos, pero se hicieron mil pedazos y estos se enterraron profundamente, dejando inmensas profundidades que señalaban las huellas de estos titanes del cielo. Tanto que nuestros antepasados creen ver aún, en las sinuosas líneas costeras, las enormes medidas de los hijos mayores de Dios...

Cuando la madre, a quien también llaman Madre Luna, vio despedazados a sus hijos, empezó a lamentarse y a llorar. Sus lágrimas caían sin cesar y su pena aumentaba al ver que el Padre, a quien también llaman Sol, en su furor, mandaba abajo rayos de fuego, concluyendo de destruir los despojos de sus hijos. Pero... ¿qué podía hacer la Madre Luna? Sólo llorar y llenar con sus lágrimas los inmensos huecos y valles sin fondo que fueron lagos más tarde...

No obstante, los despedazados cuerpos volvieron a llenarse de vida. El Padre les permitió volver a ser “cosas enteras”, aunque no figuras humanas.

Los dos gigantes rebeldes fueron convertidos en la Kai-Kai-Filu, la culebra que llena los mares y los lagos. ¡Lástima grande que esta culebra heredó la tremenda ambición de reinar, que alentara antes en el pecho de los hijos del cielo!

La Kai-Kai-Filu empezó a enfurecerse y a odiar a nuestro buen Dios y sobre todo a la gente que, poco a poco, estaba abundando sobre la tierra.

En su ira la Kai-Kai-Filu azotaba con su inmensa cola la superficie de las aguas, hasta llenarlas de espuma y marejada.

Las rojas alas de la culebra levantaban a gran altura las montañas en que se había refugiado la gente.

Esas montañas se llamaban Tren-Tren, o sea Montañas de Fuego. De ellas brotaban los truenos y los rayos. De noche, sus cráteres vomitaban fuego...

Pero sobre esas Montañas de Fuego vivía una culebra buena, que el buen Dios había amasado con una arcilla especial que debía cumplir la siguiente orden:

“Cuando la Kai-Kai-Filu empiece a revolver las aguas, debes avisarle a la gente que busque refugio y se salve”...

En cuanto a esto, lo contaré en otra ocasión...”

De acuerdo a este relato, los primitivos habitantes de San Martín de Los Andes, vieron caer sobre los Lagos Lácar y Lolog, dos meteoros de gran tamaño seguido de una lluvia de meteoritos. Grandes precipitaciones inundaron el área. Termina empalmado con el mito del diluvio mapuche.

Es de destacar que la posición geográfica de los lagos Lácar y Lolog, es una prolongación aproximada de los impactos de Campo del Cielo. Como se indicó, dichos meteoros tenían una dirección general NE a SW. Al igual que esos sitios, estos meteoritos habrían tenido un bajo ángulo de impacto, por lo que los cráteres tendrían formas elipsoidales

Se requiere de estudios de campo, particularmente de la ribera sur de ambos lagos, para determinar la existencia de dichos impactos. Debe destacarse que la zona es volcánica, con numerosos volcanes en actividad en sus cercanías, boscosa y tiene un clima caracterizado por una alta pluviosidad, por lo que los vestigios de los impactos pueden estar muy erosionados o cubiertos por materiales volcánicos, lo que sin duda dificultará la búsqueda.

El mito del diluvio Mapuche

Una tradición casi universal entre los Mapuches, es el diluvio que destruyó casi todo el país, salvo unas pocas personas que escaparon debido a los buenos oficios de un ser protector. De los salvados han descendido todas las generaciones actuales.
Latcham[15], quien escribe a principios de 1900 y que vivió más de tres años entre las tribus del sur a partir de 1888[16], señalaba que a esa fecha persistía aún la tradición del diluvio, pero sus detalles se diferencian de una zona a otra, hallándose también modificados por el contacto con el cristianismo. Tras un análisis de las diferentes relaciones publicadas identifica ciertos elementos comunes:

1. En algún tiempo lejano hubo un gran diluvio o inundación, cuya causa varía según la región. En la costa lo atribuyen a una gran salida de mar y en la región cordillerana a la repentina licuación de enormes masas de nieve y hielo o al rompimiento violento de los diques que sostenían un gran lago.

2. El motivo fue la enemistad entre dos enormes culebras, Ten-ten y Cai-cai

3. Cai-cai, que representa la fuerza de las aguas, resolvió destruir sorpresivamente a su rival Ten-ten e incidentalmente a todos los seres humanos que vivían bajo su protección. Para esto, acumuló sigilosamente enormes cantidades de agua que de improviso largó sobre la tierra. Casi logra su intento y Ten-ten debió elevar la cima de la montaña en que moraba a medida que subía el agua.

4. Algunas pocas personas avisadas a tiempo lograron escalar la montaña habitada por Ten-ten y se salvaron juntas con éste.

El sacerdote jesuita Diego de Rosales, quien desempeñó una parte importante de su vocación en la frontera de Arauco a partir de 1630, y quien da la relación más completa del evento, agregaba: “Los hombres que estaban en el Ten-ten, se abrasaban con sus ardores, y aunque se cubrían con callanas y tiestos, la fuerza del sol por estar tan cercanos a él, les quitó a muchos la vida y peló a otros... Y que últimamente el hambre los apretó, de suerte que se comían los unos a los otros.”

El mito en el interior del país
De acuerdo a Latcham, el diluvio que recuerdan los indígenas del interior, desde el Llaima al Llanquihue, se debía a grandes conmociones volcánicas en la zona de la cordillera, acompañadas de violentos sismos, que, rompiendo los diques que retenían las aguas de algún gran lago de las montañas, lanzaron aquellas enormes masas líquidas sobre los valles. Para protegerse de las lluvias de cenizas, la gente se taparía la cabeza con las fuentes de madera o con los canastillos tejidos, la única vajilla de aquellos tiempos.

Cierto es que la geología de la zona se caracteriza por su inestabilidad sísmica, la cual ha registrado uno de los mayores sismos de la historia reciente del hombre, y numerosos volcanes en actividad que regularmente entran en erupción. De acuerdo a Clavero y Moreno[17], la ignimbrita Pucón representa el último evento eruptivo del Volcán Villarrica, que produjo el colapso del cono volcánico y una caldera de aproximadamente 2 km de diámetro. Dicho evento está datado entre 3740 y 3950 años, es decir, en tiempos históricos, y puede perfectamente estar relacionado al diluvio Mapuche.

No obstante, también resulta aceptable la hipótesis de un impacto de un meteorito para explicar la necesidad de protección de las gentes de material que caía del cielo, particularmente si dicho meteorito estaba muy fragmentado. De esta manera, la mención en la leyenda que transcribe Koessler, sobre un sol que “mandaba abajo rayos de fuego, concluyendo de destruir los despojos de sus hijos”, podría ser la causa de la necesidad de protección.

El mito en la región costera
Latcham, comparando los datos publicados con aquellos que recopila personalmente, señala que en la costa el diluvio se debe a una formidable salida de mar, provocada por un sismo de gran magnitud, que posiblemente abarcó toda la costa meridional del país, pero que fue excepcionalmente desastrosa en las costas de Carelmapu y Chiloé.

La toponimia conserva varios cerros denominados Tenten, ubicados en la costa de Chile:


Posición[18]
Totoralillo: 32° 03’S; 71° 27’W, 800 m altitud
Los Sauces: 37° 57’S; 72° 52’W, 606 m altitudCursiva
Cordillera de Nahuelbuta: 38° 95’S; 73° 13’W
Maullín: 41° 38’S; 73° 38’W, 47 m altitud
Isla Taucalon: 42° 20’S; 73° 13’W
Castro: 42° 29’S; 73° 45’W

Los cerros Tenten de Maullín, Castro y de la Isla Taucalón, están en el área Carelmapu-Chiloé.. En esta zona hay además un cerro denominado Caicai (41° 56’S; 74° 02’W), que se ubica en el NW de la Isla de Chiloé.

Los tsunamis

Los tsunamis pueden tener su origen en fenómenos sísmicos, como el provocado por el terremoto de Valdivia en 1960. Estos avanzan por el océano a gran velocidad y provocan destrozos en costas lejanas, como el tsunami de 1960 que alcanzó Hawai, Japón y las costas de Asia.

Sin embargo, también pueden ser causados por impactos de meteoritos, los que pueden provocar olas de hasta 30 metros, pero con un efecto más localizado.

Curiosamente la posición geográfica del área Carelmapu-Chiloé, es una prolongación aproximada de los sitios de Campo del Cielo y los lagos Lácar y Lolog. Reiterando lo indicado anteriormente, dichos meteoros tenían una dirección general NE a SW, por lo cual se puede inferir que el tsunami que se deduce del mito del diluvio mapuche en las regiones costeras, podría haber sido causado por fragmentos del mismo meteroide de Campos del Cielo.

Se requiere de estudios de campo para determinar evidencia de dichos paleo-tsunamis y su relación con impactos en la estratigrafía de los suelos del sector Carelmapu-Chiloé. Pinegina y Bourgeois[19], han analizando los depósitos de paleo-tsunamis en la costa del Pacífico de Kamchatka, Rusia, determinando evidencias de tsunamis de 4000 a 5000 años antes del presente, es decir en el Holoceno. Es importante destacar que el tsunami del año 1960 afectó dichas costas.

Tradiciones indígenas en la zona de Campo del Cielo

Giménez et al[20] señalan que las tradiciones indígenas de los mitos tienen una estructura que hacen posible interpretar que son el resultado del impacto de los meteoros. Cuatro tipos de cataclismos son los más relevantes en los mitos del área del Chaco: el fuego, el frío, la oscuridad y la inundación. Cada uno de estos eventos causa la muerte y metamorfosis de los seres humanos y los animales. Las versiones más típicas de estos mitos son:

Matacos: La tierra es destruida por una lluvia de fuego.Incendios
Toba Pilagá: La luna es atacada por jaguares y se pone roja. Fragmentos caen a la tierra provocando un incendio. Profunda oscuridad, una nube cubre el cielo. Al final despeja yéndose al norte
Toba: Gran incendio por caída del sol. El fuego destruye toda la tierra. Algunos se salvan subiendo al cielo y convirtiéndose en constelaciones.
Pilagá: El mundo es destruido por lluvias de piedras y granizo que cae del cielo. Cae la noche y todo es frío

Esta secuencia de eventos: objetos en fuego que caen del cielo – gran incendio – oscuridad – frío, resume los eventos posteriores a un impacto. Las versiones que mejor corresponden a esto son las de los Pilagá, indígenas Guaycurú, quienes son los que han podido mantenerse fieles a sus tradiciones por más tiempo.

Detección temprana del evento catastrófico

Una característica interesante de estos mitos, está en que algunos fueron advertidos de la catástrofe que se avecinaba. En estos coinciden con el Diluvio bíblico y el relatado en la Epopeya de Gilgamech.

Tradiciones peruanas
Es en las cercanías de Cuzco donde se presenta el relato más interesante del Diluvio peruano. Cristóbal de Molina, alrededor de 1573, recopila el siguiente mito sobre el diluvio[21]: “En la provincia e indias de Ancasmarca, que es 5 leguas del Cuzco, en la provincia de Antisuyo, tienen la fábula siguiente: Dicen que cuando quiso venir el Diluvio, un mes antes los carneros que tenían mostraron gran tristeza y que de día no comían y que de noche estaban mirando las estrellas, hasta tanto que el pastor que a cargo las tenía, les preguntó que habían, a lo cual respondieron que mirase aquella junta de estrellas, las cuales estaban en aquel ayuntamiento en acuerdo que el mundo de había de acabar con aguas. Y así oído esto, el pastor se trató con sus hijos e hijas las cuales eran seis, y acordó con ellas que recogiesen comida y ganado lo más que pudiesen, y subieronse a un cerro muy alto llamado Ancasmarca y dicen como las aguas iban creciendo y cubriendo la tierra, iba creciendo el cerro, de tal manera que jamás lo sobrepujase.”

Es de notar que los cronistas de la conquista llamaban carneros u ovejas de la tierra a las llamas. Sullivan[22] y Zuidema[23] interpretan que este mito corresponde a eventos que ocurren en el firmamento. De hecho las culturas andinas identificaban en el cielo una llama y su retoño al cual esta amamantando[24]. Dichas constelaciones correspondían a un sector oscuro de la Vía Láctea que se extiende desde la constelación de Escorpión, por el norte, hasta Alfa y Beta Centauri, que conformaban los “ojos de la Llama” o “llamacñahuin”[25]

Interpretando el relato desde un punto de vista astronómico, se podría inferir que un radiante de meteoritos se ubicó cerca de Alpha y Beta Centauri, lo que serían las “lágrimas” de la llama entristecida, en tanto que la “junta de estrellas” diría relación con los meteroides o cometas que se aproximaban a la tierra.

Es de destacar también que el dibujo que Pachacuti Yamqui[26] hizo de la plancha de oro que se encontraba en el recinto central del Corincancha, en Cuzco, parece mostrar un atlas estelar, donde al “sur” de las Pléyades y la eclíptica, señalada por el Sol “Inti”, la Luna “Quilla”, el planeta Venus “Chasca” (como lucero del amanecer y el atardecer) y la constelación de Orión “Chacana”, figura un conjunto de siete objetos que Pachacuti Yamqui denomina “los ojos”. ¿Corresponderán estos objetos a la “junta de estrellas” del relato de Molina?.

Por otra parte llama la atención que otras tradiciones se haga repita este número siete. Así, en la Epopeya de Gilgamesh se hace referencia a ciertos “siete jueces del infierno”, que, como se indicará, representarían los objetos celestes que se aproximan a la tierra. Asimismo, de acuerdo a Oates[27], las agrupaciones araucanas orientales y al parecer las que habitaban las llanuras Argentinas consideraban al “cherruve”, ente nefasto que origina los cometas y los bólidos, como un ser provisto de siete cabezas, alojado en la cumbre de los volcanes, que produce gran estruendo, hace temblar las peñas, relampaguea, lanza cabezas humanas y que llega a alimentarse de los hombres a quienes vencen.

Tradiciones chilenas
Plath[28] relata una leyenda sobre el cerro Tenten de Nahuelbuta. Cuenta que un “huichal”, ángel divino de los mapuches, advierte a Antiray: “Debemos huir de aquí, tú y tus familiares y todos tus animales que encontremos, porque dentro de dos lunas este valle quedará bajo las aguas, las que llegarán hasta la cumbre de las montañas y nadie podrá salvarse”. Entre los mapuche, las lunas correspondían a los meses, de lo que se infiere que algo extraordinario ocurría que despertaba el temor de la población.

Otra leyenda mapuche denominada “Los dioses de la luz”, replicada en varios sitios de Internet, pero de fuente desconocida por lo que es imprescindible determinar su origen, dice “Una noche, Caleu se atrevió a mirar el cielo de sus antepasados y vio un signo nuevo, extraño, en el poniente: una enorme estrella con una cabellera dorada”. Dicho evento habría ocurrido a fines de verano.

Oates se refiere a un relato recopilado por Tomás Guevara que dice: “cierta vez un indigena al observar el resplandor que debía producir un gran incendio, miró a lo alto y vio, entonces, un hombre de cuya boca salían llamas y que cabalgando en un “macho” de longitud desmedida, se dirigía hacia el sur a saltos desmesurados produciendo, cuando se detenía, un breve trueno. Era el “cherruve”. Este relato sin embargo no hace mención al diluvio.

De acuerdo a Diego de Rosales, es la culebra Ten-ten quien confirma a los hombres lo que había de suceder y les decía como salvarse en los altos de los montes. Esta culebra es benéfica y se opone a Cai-cai-vilu, que es la culebra maligna que quiere destruir a Ten-ten.

Como observa Lehmann[29], el motivo de las dos serpientes es esencial en las leyendas chilenas, pero al examinar la realidad zoológica resulta que en Chile no hay ofidios de tamaño e importancia suficientes para desempeñar un rol tan fundamental en una leyenda que se basa en catástrofes notables.

En efecto el suborden Serpentes está representado en Chile por la Familia Colubridae, que son culebras de pequeño tamaño e inofensivas al no haber desarrollado colmillos venenosos en la parte anterior de los huesos maxilares[30]. Esto lleva a Lehmann a suponer que el mito se generó durante la migración de los antepasados de los mapuches, cuando transitaban por zonas donde abundan enormes ofidios acuáticos como la Anaconda.

El mito de las serpientes o dragones es común entre varias culturas del mundo, y existen referencias que algunas de ellas surgen de la observación de objetos en el cielo.

Según Outes, los mapuches denominan “cherruve” a un genio ígneo, origen de los cometas y más comúnmente de los grandes bólidos. Asimismo señala que las tribus araucanas del centro y el oeste concebían al “cherruve” como un ser de cabeza humana y cuerpo de ofidio.

Lo anterior permitiría especular que las culebras Ten-ten y Cai-cai se podrían referir a uno o más meteoritos o cometas. Es de notar que en Mapugundun, repetir palabras es la forma de designar que se trata de una multitud. Así, Ten-ten y Cai-cai, se refieren a varios objetos.

De esta manera, Cai-cai-filu, ser mitad caballo y mitad serpiente, podría interpretarse como un meteoro o cometa que cae en las aguas frente a las costas de Chiloé, (¿a la cuadra del cerro Caicai (41°56’S; 74°02’W)?), provocando un gran tsunami que inunda la costa circundante. Coincide con esta hipótesis el relato de Koessler dice: “En su ira la Kai-Kai-Filu azotaba con su inmensa cola la superficie de las aguas, hasta llenarlas de espuma y marejada. Las rojas alas de la culebra levantaban a gran altura las montañas en que se había refugiado la gente.”.

Otras evidencias de impactos en el Holoceno


Existe un creciente número de estudios que atribuyen el colapso de varias culturas de la Edad de Bronce (3500 a 500 años AC) al impacto de cometas o meteoros[31].

En la década de los 80, Mandelkehr presentó evidencia arqueológica, geológica y climática de un evento catastrófico mundial alrededor de 2300 AC. En aquel tiempo, por ejemplo, hubo deformaciones de la corteza globales, discontinuidades en el nivel del mar, terremotos, aumentos en la actividad volcánica, cambios en el geomagnetismo y en la concentración del carbón radioactivo atmosférico.

El análisis de más de 500 estudios sobre cambio climático y colapsos de civilizaciones del tercer milenio AC, muestran una concentración significativa de dichos eventos en torno al año 2300 AC. La mayoría de los sitios de Europa, Medio oriente, India y China donde las civilizaciones colapsaron, muestran señas claras de desastres naturales o de abandono intempestivo, en tanto que alrededor del mundo hay fuertes evidencias de cambios en el nivel de las aguas y en la vegetación, crecimiento de glaciares y desiertos, actividad sísmica, inundaciones y extinciones de especies animales.

Asimismo, se ha encontrado nueva evidencia arqueológica de una capa de polvo y un horizonte con evidencias de incendio aparentemente causado por una explosión aérea en el norte de Siria alrededor de 2350 AC.

Master[32] ha encontrado evidencias de un impacto en los pantanos de Al’ Amarah, (47° 4’ 44,4” E; 31° 8’ 58,2” N), en el sur de Irak, si bien no ha sido posible realizar los estudios de campo necesarios para dilucidar la naturaleza de dicha estructura. Se trataría de un cráter casi circular, de ~3,4 km de diámetro que se detecta en 1993 tras el drenaje parcial de los pantanos.
Por la naturaleza de los sedimentos del área provenientes de la confluencia del Tigris y el Eufrates, que fueron depositados hace menos de 5.000 años, se estima que dicho impacto se habría producido durante el Holoceno, inspirando la leyenda del Diluvio.

La formación de esta estructura, tendría un efecto catastrófico sobre la población que habitaba la región. Existe una referencia cuasi-histórica sobre tal evento[33]. En la Epopeya de Gilgamesh, datada en ~2000 AC, se relata el diluvio de Utnapishtim, del cual se extracta lo siguiente: “... y los siete jueces del infierno, los Annunaki, levantaron sus antorchas, iluminando la tierra con sus furiosas flamas. El estupor de la desesperación ascendió a los cielos cuando el dios de las tormentas convirtió el día en oscuridad, cuando él hizo pedazos la tierra como una copa. Un día entero rugió la tempestad, ganando furia en la medida que avanzaba, llovió sobre la gente como las mareas de la batalla.”

Si el impacto se hubiere producido sobre agua, se habría producido un tsunami que habría afectado todos los puertos de Mesopotamia, como Uruk, Ur y Shurrupak, en un radio de unos cuantos cientos de kilómetros. La capa de depósitos de 2,6 m en Ur habría sido causada por el tsunami, en tanto que la capa de cenizas encontrada en Tell Leilan (Siria), datada en ~2350 AC, y los sedimentos marinos frente a Omán, serían el producto de la lluvia de polvo provocadas por el impacto.

Master indica además que el cráter de Umm al Binni estaría relacionado con otros cráteres recientes en el oeste de Irak, Estonia y Río Cuarto, Argentina.

Por tanto, ¿podría el Mito del Diluvio Mapuche estar relacionado con el impacto de un meteorito hacia 2300 AC?


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[31] Society for Interdisciplinary Studies (2002) Proceedings of the Second SIS Cambridge Conference. Natural Catastrophes during Bronze Age Civilizations: Archeological, geological, astronomical and cultural perspectives
[32] Master, S. (2002) Umm al Binni lake, a possible Holocene impact structure in the marshes of southern Iraq: Geological evidence for its age, and implications for Bronze-age Mesopotamia. Enviromental Catastrophes and Recoveries in the Holocene. Aug. 29 – Sept. 2, 2002. Dept. of Geography & Earth Sciences, Brunel University. UK.
[33] Master, S. (2001) A possible Holocene impact structure in the Al’Amarah marshes, near the Tigris-Euphrates confluence, Southern Iraq. Meteorics and Planetary Science, 36(9), Suppl., p A124.

Comentarios

  1. El mito del diluvio es mucho más viejo que 2300 AC. De ese tiempo es el cantar de Gilgamesh, que menciona el Diluvio como algo mucho mas antiguo.
    Además, la universalidad del mito en culturas tan antiguas como la egipcia o la sumeria (que datan del 3100 y 3500 AC) nos señala que, de haber existido, el Diluvio debió ser un acontecimiento muy remoto, y anterior a todas las culturas conocidas. Saludos, demetriocharalambous@hotmail.com

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