El Pucará del Cerro Grande de la Compañía




Corría Septiembre de 1541. La primavera había llegado a Chile. La campiña se cubría de vibrantes colores y la brisa traía el dulce aroma de la flor de los espinos.

Pedro de Valdivia y su hueste avanza resuelto por el Camino del Inca[1] hacia el río Maipo. Debía conjurar el peligro de una concentración de indios promaucaes que amagaba la ciudad de Santiago, recientemente fundada[2].

El contingente nativo era dirigido por el cacique Cachapoal. Diego de Rosales dice que eran diez mil, distribuidos en escuadrones mal formados. Me parece que el número es una exageración. No habrán sido más de algunos centenares.
Ante el avance español, Cachapoal se repliega al sur de los Cerros de Angostura, a una fortaleza que habían construido en lo que hoy se conoce como Cerro Grande de la Compañía o del Inga. Cachapoal actuaba concertado con Michimalongo, que en ese mismo día caía sobre Santiago con los suyos. Coordinaron el momento preciso del ataque usando cordones anudados de lana roja, con los que se comunicaban. El cacique emprende este repliegue para alejar más a Valdivia de la ciudad y así evitar que ambas fuerzas españolas se dieran mutuo socorro.

Valdivia los sigue y se habrá detenido a las faldas del cerro. El Conquistador es un maestro del engaño. Simula que levanta el sitio y vuelve a Santiago. Quería sacar a los indios del Pucará a terreno llano, donde su caballería era su mejor arma.

Cachapoal cae en la trampa. Saca a lo más granado de los suyos y marcha sigiloso a copar los pasos sobre los cerros de Angostura. Pretende emboscar a los españoles aprovechando lo escarpado de la cuesta para neutralizar las cargas de la caballería.

Sin embargo Valdivia no se ha retirado. Con los primeros rayos de un nuevo día, vuelve sobre el pucará causando gran mortandad y la victoria total. La noche habrá sido sin luna, pues Cachapoal no es capaz de detectar la estratagema[3].

Dice Jerónimo de Vivar: “Estaba con ellos un señor que se decía Cachapoal. Y llegado a vista del fuerte donde los indios estaban, les hizo muestre con toda su gente española, y visto por los indios, una mañana mando dar vuelta a sus españoles y camino todo el día, dándoles a entender que se volvía a la ciudad para ver si los indios salían del fuerte. Viendo los indios que el general se volvía, entendiendo que no les había osado acometer, escomenzaron a seguille.
Venida la noche, el general mando volver a su gente y caminó toda la noche, y al cuarto del alba dio sobre el fuerte, tomándolos descuidados. Y dio en ellos de tal suerte que hirió y mató muchos de ellos, de tal suerte que el que pudo huir no pensaba que había sido poco valiente. Los indios que habían salido en seguimiento del general para tomalle la delantera, por tomalle los pasos habían ido por otro camino. Y de tal suerte se desbarató esta junta.”
[4]

Aun se pueden ver las ruinas de este fuerte. El Pucará de Cerro Grande de la Compañía se ubica en 30° 04’ S, 70° 41’ W, en el centro del llano longitudinal, entre el río Cachapoal por el sur y el estero Codigua por el norte. Ocupa la cima de un cerro isla de 677 metros de altura sobre el nivel del mar. Está conformado por tres muros perimetrales y en su explanada quedan los vestigios de varios recintos[5].

De los muros, quedan las primeras hiladas de piedras unidas por argamasa de barro. Por el volumen de piedras derruidas, estas correspondían solamente a los cimientos. Al igual que en la actualidad en el valle de Aconcagua, estos recintos habrían estado conformados por una base de piedra, paredes de quincha[6] y techos de totora.

Guaman Poma de Ayala muestra en uno de sus dibujos, una batalla entre españoles e indios chilenos, en que dibuja un pucará. En él se distingue una explanada y edificaciones que parecen ser de materiales livianos, muy en el estilo de las casas de quincha que habrían coronado el Cerro del Inga…


Jose Luis Crocco entre los muros derruidos del Pucará


Nosotros visitamos este pucará una tarde de mayo de 2005, es decir 464 años después de la batalla. Recorrimos las ruinas imaginando como eran en su esplendor.

Aquí y allá se encuentran piedras rodadas de río, llevadas a la cima para lanzarlas contra el enemigo. Los quechuas las llamaban Ppurur aucca [p'ururawqa], que eran balas de piedra que sueltan de encima del castillo para defenderlo[7]. José Toribio Merino[8] señala que el mejor signo que se está en un cerro que albergaba un pucará, son los pequeños montones de bolones de río que quedaron listos para repeler el ataque de enemigos que nunca llegaron.

Ppurur auca cubierta de líquenes que ha reposado 500 años en el lugar


Tocar estas piedras provoca en mí una extraña sensación. Pienso que fueron depositadas allí hace casi 500 años por manos indias. Han reposado cubriéndose lentamente de líquenes, ignoradas por el hombre moderno que ya no conoce sus misterios.

Estas eran lanzadas por unas hondas diferentes a las que conocemos. Las llamaban Huaraca [waraka] y eran simplemente un largo tira de cuero donde se depositaba la piedra en el centro de la tira de cuero. Se giraba ágilmente por sobre la cabeza y soltando una de las puntas, se lanzaba la piedra hacia su destino. Aun se ocupan estas Huaracas ancestrales en partes de este Chile, otra herencia olvidada del incario.

Mientras un sol otoñal se esconde lentamente tras los cerros de la costa, contemplo extasiado una cordillera dorada que se tiñe de arreboles. Lejos se escuchan ladridos de perros que parecen conversar y los ecos misteriosos de una batalla ya olvidada.

Vista al noreste desde la explanada del Pucará



[1] El Camino del Inca parece haber seguido el actual trazado de la Gran Avenida – Puente Los Morros – Cuesta Chada
[2] Diego de Rosales. Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano. Tomo I
[3] Los eventos ocurrieron en torno al 11 de septiembre de 1541, fecha en que Michimalongo asalto Santiago, según Rosales. Esa fecha corresponde al Calendario Juliano, que se ocupaba por aquellos años, y equivale al 21 de septiembre en el Calendario Gregoriano actual. En aquel septiembre, la luna nueva fue el 19 de septiembre del Calendario Gregoriano, es decir aquellas noches fueron muy oscuras.
[4] Jerónimo de Vivar. Crónica de los Reinos de Chile
[5] Rubén Stehberg. Instalaciones Incaicas en el Norte y Centro Semiárido de Chile
[6] Pavlovic, D., Sanchez, R. y Troncoso, A. Prehistoria de Aconcagua
[7] Ecuador y sus fuerzas armadas
[8] Aborígenes de Chile

Comentarios

  1. Lo que escribes en tu blog es hermoso, muy amplio, lo vives cuando lo lees... te felicito, es un blog muy interesante, y me voy a tomar el atrevimiento de visitarlo constantemente para aprender más de esa historia fascinante.....

    Lore

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